Cuando estamos ante un asunto que nos genera conflicto o confusión acostumbramos a llamarlo problema. A partir de ahí ponemos en marcha una cantidad de energía determinada para encontrar una solución y volver al equilibrio.
Pero la tendencia general es poner la atención más en la dificultad y no tanto en qué o cómo queremos que sea la nueva situación.
El enfoque centrado en soluciones nos lleva a poner el foco en la resolución y abrir nuevas posibilidades, sin perder de vista el conflicto.
Teniendo en cuenta las experiencias vividas anteriormente, podemos plantear una serie de preguntas que nos ayuden a conectar con las acciones a realizar para esta ocasión:
- Si alguna vez ha pasado que viviendo lo mismo no ha sido un problema, ¿que era diferente comparado con ahora?
- Si marcamos una escala para valorar cómo te afecta el conflicto, ¿dónde estás ahora y dónde querrías estar?
- Si las dificultades aparentes no estuvieran, ¿cómo sería vivir en la nueva situación?
Con esta mirada damos lugar a nuevos planteamientos ante la situación y podemos abrir alternativas. Recordar y conectar con la sabiduría de cada uno para disponer de los recursos que nos ayuden y nos faciliten la existencia.
Sea por cuestiones personales o profesionales, el funcionamiento es el mismo. Lo que varía es el contexto.
Para realizar este proceso y enfocar en dirección a la solución, se requiere una mirada externa. Uno mismo se hace sombra en algunas partes y no tiene suficiente objetividad para desatascarse y hacer diferente.
Si te resuena, pide acompañamiento profesional y pone manos a la obra.